Vivimos una época donde el arte se mide a través de ventas y algoritmos, donde lo que más circula es lo que refuerza el discurso dominante. En medio de esta lógica, surgen voces que se apartan del ruido.

Milo J, músico de 18 años oriundo de Morón, provincia de Buenos Aires, se suma a la creciente lista de artistas que irrumpen en la escena con una voz propia y un mensaje genuino, apostando por la sensibilidad y la autenticidad
Su nuevo álbum de estudio, La vida era más corta, lanzado en septiembre de este año, explora el folclore, el tango e incluso el candombe y la bossa nova, fusionándolos con sintetizadores para dar vida a un sonido único, contemporáneo y profundamente argentino. En sus colaboraciones lo acompañan referentes de la música urbana como Nicki Nicole y Trueno, y figuras históricas del folclore como La Sole, los Carabajal y hasta Mercedes Sosa, en una versión de Jangadero creada en estudio para derribar las barreras del tiempo y cantar juntos.
LA CULTURA POPULAR EN UN PAÍS GOLPEADO POR EL AJUSTE
Desde que asumió, el gobierno de Milei, además de recortar en educación, salud y jubilaciones, intentó desfinanciar organismos como el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro, el INCA y las Bibliotecas Populares (entre otros) que promueven la producción, difusión y el acceso a la cultura. A la vez, ataca a las y los artistas, culpándolos de la crisis y censurando expresiones como la de Milo en la ex-ESMA, mientras sostiene que “la plata del pueblo se va en festivales”, cuando en realidad los mayores gastos se destinan al pago y la nueva toma de deuda externa. En este escenario, cobran gran fuerza la apuesta por este disco, y el gesto de Milo al donar las regalías de Luciérnaga a Abuelas de Plaza de Mayo.
“EL FOLCLORE ESTÁ MÁS VIVO QUE NUNCA”
En sus entrevistas, Milo cuestiona la idea de que “los pibes no escuchan ni hacen folclore” o de que “gracias a él van a conocer a Mercedes Sosa”. Sostiene que, en la extensión de la Argentina, el folclore está más vivo que nunca, y no se equivoca. No solo artistas como Cazzu están trabajando en producciones con un estilo similar sino que el folclore está en nuestras casas, en las escuelas, en las fiestas y las peñas que recorren el país.
Su disco habla de la pérdida, el hambre, la niñez, el tiempo, la traición y la ausencia. Lo hace con sonidos propios del folclore, no porque los considere piezas de museo que haya que reivindicar, sino porque forman parte de su identidad, de lo que trae consigo por haber nacido en esta tierra. Y lo expresa con las herramientas de ésta generación —la computadora, los sintetizadores, la mezcla digital—, logrando que un universo de colaboraciones tan diversas conviva en el mismo álbum de manera orgánica y coherente.
La vida era más corta no pretende ser un puente caprichoso entre generaciones. Es el resultado de lo que sucede cuando entendemos que no es necesario mirar afuera para encontrar lo mejor de nosotros. Es la prueba de que la innovación puede surgir del arraigo, del conocimiento profundo de los elementos que nos da nuestra propia cultura para crear, producir y compartir lo que tenemos para decir.


