Corresponsales de la Resistencia: marcha desde el impenetrable chaqueño

Desde lo más profundo del impenetrable chaqueño, miles de pies escriben sobre la ruta su histórico reclamo: dar vuelta el viento, como decía Mártires López. No sorprende su poca repercusión, pero en su paso se enciende un faro que reivindica las luchas antecesoras del mismo pueblo. No olvidan lo que hicieron en Napalpí, y conocen con admirable sabiduría, las razones que hoy siguen castigando a su pueblo: el latifundio terrateniente y la dependencia.  

El gen de la resistencia está en cada generación que se sigue poniendo de pie. Hoy, en una gran marcha contra el hambre continúa. Duele, pero me atrevo a afirmar que el hambre es el nuevo genocidio. La nueva campaña del norte grande. Aun así, casi como mandato transmitido por generaciones, se levanta y marcha el impenetrable rebelde. Portan banderas que representan decenas de pueblos olvidados denunciando el despojo: originarios y campesinos sin tierra.

Admirable la paciencia con la que miden su paso para no rendirse. Reparan la suerte al que los somete la foránea mirada del capital en cada región del país: ver en sus regiones nada más que reservas de petróleo, de agua dulce, de minerales o de tierras productivas. Por eso tampoco sorprende, como casualmente sucede, escuchar hablar del impenetrable chaqueño sólo por la publicidad de un producto que se vende con el fruto de su trabajo.

Por otro lado, estamos los paisanos, quienes llevamos el país adentro, y nos miramos como compatriotas. Como pueblo hermano. Y acompañamos esta gran marcha porque nos enseña que no hay posibilidad de producir la vida sin organizarse y ponerse de pie.

Con lo puesto. Con el hambre y con la sed. Las más viejitas, los más viejitos y los pibitos también.

¿Razones?

No hay más nada que perder.

Sólo nos queda seguir luchando.

Avanzan. Miles de pies convencidos porque el tiempo se mide en conquistas. Y las conquistas son a fuerza de luchas largas. No basta con la reivindicación política y la reparación histórica que devuelva algo.

Lo que empuja es el convencimiento de dignificar la vida. Por las más ancianas, que persisten sin perder la fuerza, hasta jóvenes que ven en sus referentes, las huellas por las cuales encontrar el rumbo para no perderse en la angustia y el miedo que en veces lleva a mezclar etílico con agua. Porque la realidad en forma nítida es trago difícil de soportar.

En ese convencimiento reside la principal fuerza para no rendirse. Más temprano que tarde, sin pausa, heredarán la tierra, la luz, el abrigo, la medicina. Una vida libre de enfermedad, libre de necesidades.

La contradicción presente es imperdonable. Tanta miseria y atraso en un país rico. Prohibido normalizar. O peor, permitir que se use para que no cambie de fondo. No tenemos derecho a no luchar quienes alguna vez abrimos los ojos.

Lo escribo desde el crudo de la retina, y el nudo en el pecho.

El hambre duele más que las ampollas. Por eso seguimos.

Dormir en carpas, total es lo mismo, no hay vivienda digna. Organizar la olla para que no falte la comida, es cosa de todos los días. Soportar el frío hasta que caliente el sol. Tratar la angustia y el dolor en el rezo y la oración. Saben que médico no hay..

La realidad se describe sola.

Las palabras solamente la descubren.

Es la lucha el pulmón para seguir respirando. La paciente e inquebrantable fuerza, las reservas que aún nos quedan por explotar a nuestro favor, la que le cambie el curso al viento y podamos sembrar (en todos sus sentidos), la felicidad arrebatada y explotada de nuestro pueblo.

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