Al castigo del hambre y la pobreza se le suma el intento del gobierno de bajar la edad de imputabilidad a ¡13 años! A Milei, Bullrich y compañía les decimos: los y las pibas no somos peligrosos, estamos en peligro. ¡Basta de criminalizar a la juventud!
Según cifras del Observatorio de la Deuda Social Argentina, la pobreza infantil creció al 63%, y la indigencia al 16,2%. Es la cifra más alta desde 2010. Para decirlo más claro: 6 de cada 10 chicos y chicas están al margen de la sociedad. Más de la mitad de la población infantil están privados de derechos fundamentales. El 55,8% de los niños y adolescentes no cuenta con obra social, mutual, ni prepaga, dependiendo exclusivamente del sistema estatal para recibir atención médica. Además, según un informe de la Universidad Austral, más de un tercio de los niños entre 3 y 4 años nunca asistió a un establecimiento educativo formal. Sumado a esto, el recorte del presupuesto alimentario a los comedores escolares, tampoco ayuda a garantizar una buena alimentación en la escuela.
Las condiciones son pésimas y en los barrios se viven situaciones de mucha tristeza. El hambre hace estragos. La ministra de Desarrollo Social, Sandra Pettovello, se burló de esta situación, chicaneando a las organizaciones sociales y a los “intermediarios”, diciendo que ella recibiría uno por uno a las personas con hambre en Argentina. En menos de un día, tenía filas y filas de cientos de personas, esperando que los reciba.
Aumenta la violencia, la inseguridad y siguen metiendo la droga como salida fácil a tanta miseria. Se profundizó la estructura del narcotráfico, la trata y la prostitución. Pasamos de ser un país de tránsito y luego de consumo, a producir y exportar. En los barrios se ofrece la droga como “un trabajo”. Es preocupante y compleja la situación de los jóvenes en general, pero sobre todo la de los más humildes. La falta de trabajo en las familias y las pocas perspectivas de un futuro digno, desestructura y desorganizan los lugares y las responsabilidades que cada integrante ocupa en la familia y en la sociedad. Se rompen los códigos sociales.
El hambre y la violencia tienen responsables
Son miles los niños, las niñas y los adolescentes que crecemos en situaciones de violencia, producto de este sistema. Situación agudizada en los últimos meses por este gobierno, que nos empuja al descarte. Con sus políticas se van generando malas condiciones económicas, que luego buscan legitimar con leyes, para seguir saqueando el país y acrecentar la división, social y cultural existente.
Milei y su gobierno trabajan a fondo la idea del individualismo, del sálvese quien pueda, atacando todo tipo de organización solidaria, política, sindical, religiosa. Tienen un profundo odio hacia los que menos tienen y una clara intención de desarticular cualquier organización que nos permita protagonizar la política.
Palos para el pueblo y una juventud en la mira
El objetivo del gobierno fue y es quitar derechos para que una minoría de monopolios y grandes oligarcas vivan una fiesta de derroches, a costa del hambre y la miseria de la mayoría.
Para esto su política es la represión: reaviva la SIDE, realiza gigantescos despliegues de fuerzas de seguridad contra los jubilados, etc.
El proyecto de Ley de baja de punibilidad de 16 años a 13 años que envió el gobierno al Congreso en junio, es parte de este plan. Para el gobierno, la solución al “delito juvenil” es poder imputarlos, bajo un nuevo régimen penal.
Según datos que nos brinda el Comité Nacional para la prevención de la tortura (CNPT) a fines de 2023 había en Argentina 4159 de casos de pibxs con algún tipo de abordaje del sistema penal juvenil. 8 de cada 10 eran supervisados mediante medidas penales en territorio (monitoreo, acompañamiento y supervisión) y 2 de cada 10 están en dispositivos de encierro. El 54% está acusado o condenado por cometer delitos contra la propiedad (es por lejos el motivo más frecuente) y solo 1 de cada 10, por delito contra las personas. Sin embargo el 49% se encuentra en dispositivos de encierro por delito contra la propiedad. Estos datos nos muestran que los jóvenes no representamos un problema de magnitud criminal como nos quiere hacer creer el gobierno, ni por la cantidad de adolescentes ni por la gravedad de sus delitos. Entonces ¿Por qué el gobierno insiste con la baja?
Si realmente quisiera resolver el “delito juvenil”, no ajustarían en educación, en salud, en deporte y recreación. Y enfrentarían en serio el problema del narcotráfico. Lo que quiere es seguir castigando a la juventud para apagar su rebeldía, porque los jóvenes han tenido un papel muy importante en la defensa de sus derechos, en los sindicatos y las luchas obreras, en las luchas estudiantiles. Y en este último período, los pibes y las pibas de los barrios son los que se calzan la mochila de la solidaridad, como se demostró en la pandemia. Bancan las ollas populares, ponen el lomo ante las inundaciones, organizan el día de las infancias para que ningún niño se quede sin un regalo o una golosina. Son los que están a la cabeza de la lucha contra la droga, de las actividades deportivas. Los jóvenes para este gobierno son peligrosos, y lo son por la fuerza de su solidaridad, por su pensamiento crítico y por el potencial revolucionario que anida en cada uno de ellos.
¡No a la baja!
La baja de edad de punibilidad empeora la relación de la juventud con el delito. Es importante implementar estrategias de reinserción social, como el trabajo comunitario y sobre todo luchar por mejores condiciones de vida, con perspectivas de estudio, trabajo, deporte, recreación para evitar el consumo y el delito. Es decir que no nos descarten.
Como dice el papa Francisco no hay niños malos, hay niños infelices. Y nos urge la necesidad de unir todo lo necesario para dar vuelta esta situación. Continuar el camino de las multisectoriales para fortalecer las luchas y de este modo pararle la mano a esta política de ajuste y represión. Es posible derrotar al gobierno en las calles y luchar por otra realidad. Por otra Argentina, donde podamos acceder todos y todas a un trabajo digno, a la salud y a la educación. ¡Con la lucha es posible transformar la realidad y planificar la esperanza!



