Líder espiritual y político, Francisco marcó una época con su compromiso con los excluidos, sus críticas al sistema y su prédica por una Iglesia más cercana al pueblo. Desde las villas hasta los foros internacionales, su voz incomodó a los poderosos y abrazó a los que luchan por un mundo más justo.
Un Papa con los pies en la tierra
Jorge Mario Bergoglio murió a los 89 años en Roma. Desde su elección como Papa en marzo de 2013, fue un referente mundial que no se calló frente a las injusticias. Fue fiel a sus principios, predicó desde el amor y la humildad, y sostuvo un compromiso inclaudicable con los de abajo. Durante sus años de cardenal y de arzobispo en Buenos Aires, ya se mostraba como un hombre de vida sencilla y austera. Se lo veía a diario usando el transporte público y recorriendo los barrios más postergados, conociendo en primera persona la realidad de la gente.
En las villas de Argentina, su figura es recordada con cariño. Allí donde el Estado no llega, sus palabras llegaron. Hoy se vive un duelo entre quienes creen y practican el catolicismo, pero también entre quienes no, porque se fue un hombre digno, coherente y valiente.
Encuentro con los movimientos populares
En 2015, durante un histórico viaje a Bolivia, Francisco organizó en Santa Cruz un encuentro con movimientos sociales y organizaciones de base. Allí abordó con claridad la necesidad de un cambio estructural:
«Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos.»
Reivindicó la lucha organizada, la construcción de poder popular y llamó a los presentes “sembradores de cambio”. Fue un momento clave en su papado, que fortaleció los lazos con quienes luchan por justicia social en toda América Latina.
La juventud y el “hagan lío”
En la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, en 2013, Francisco conmocionó con su mensaje: “Hagan lío”. Invitó a los jóvenes a no quedarse quietos, a salir a las calles, a caminar los barrios y a organizarse.
«Ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por la corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés.»
Ese llamado sigue resonando en quienes creen que otra realidad es posible, desde la fe o desde la militancia.
Francisco y la diversidad
Francisco también desafió al ala más conservadora de la Iglesia cuando habló de la comunidad LGTBIQ+. En un gesto histórico, dijo: «Si una persona es homosexual, ¿quién soy yo para juzgarla?» Y fue más allá: «Nunca echen de la casa a un hijo o hija homosexual.»
Condenó la criminalización de la homosexualidad y denunció que aún existan países que la castigan con la pena de muerte. Para él, “todos son hijos de Dios y buscan a Dios por el camino que pueden”. También supo reconocer el machismo que habita en la sociedad y el daño que este hace en instituciones como la Iglesia. Por ello impulsó durante su papado, que las mujeres tengan más protagonismo y ocupen roles importantes en la toma de decisiones.
El Papa que denunció al imperialismo
Francisco fue también un crítico feroz de los imperialismos. Denunció la injerencia de las potencias en América Latina y África, y habló de la necesidad de autodeterminación de los pueblos. Hasta sus últimos días, exigió un cese al fuego en Gaza y se pronunció por la paz con justicia. «América Latina será víctima hasta que no se libere de los imperialismos explotadores», sentenció en una de sus muchas intervenciones.
Un Papa argentino y popular
Amante del fútbol, agradecido con la educación pública argentina y con profundo amor por su país, Francisco fue un Papa popular. Por su compromiso con los pobres fue tildado de “comunista”. Javier Milei, incluso, llegó a llamarlo “el representante del maligno en la Tierra”.
Pero sus palabras, sus gestos y sus decisiones hablan por sí solos. Francisco eligió estar del lado de los últimos, de los descartados, de los pueblos que luchan. Pero también con sus gestos de humildad en el transcurso de su vida, y en su papado. Un hombre que no recibió un salario, que renuncio a la ostentación de la iglesia, hasta en el momento de la celebración de su muerte.
Un hombre preocupado por los políticos que aparecían con discursos de odio, y como salvadores dijo: «Si fueran de serpientes los dejaría, pero son encantadores de gente, y la terminan ahogando. Gente que cree que de la crisis saldrá bailando al son de la flauta, con redentores hechos de un día para otro”, añadió el Papa. Y destacó que “de las crisis se sale por arriba, no con enjuagues; se sale por arriba y no se sale solo”.
Y dijó «el mesías es uno solo, que nos salvó a todos. Los demás son todos payasos del mesianismo”.
Un legado que trasciende lo religioso
Francisco fue el Papa de los excluidos, el Papa que abrazó las luchas populares y que se plantó contra el poder. Su mensaje llegó más allá del catolicismo. Su figura conmovió a creyentes y no creyentes, a militantes, organizaciones sociales, juventudes de fe y de revolución. En numerosas entrevistas para medios y libros que redactaron su biografía, Francisco mencionó al Partido Comunista Revolucionario, con mucho respeto y reconocimiento hacia la lucha antigolpista que dimos antes y durante la dictadura. También recordó a Clelia Iscaro, para nosotros Carmela, quien la acercaba nuestra prensa, y con quien compartió debates y charlas sobre la situación política, económica y social.
Desde marzo de 2013 hasta abril de 2025, lideró la Iglesia Católica con un mensaje claro: transformar el mundo desde el amor al otro, la justicia y la organización.
Hoy, su partida deja una huella imborrable en los pueblos que resisten y sueñan con un futuro mejor.
