Cromañón, veinte años

En noviembre de 2024 se estrenó la serie de Cromañón, en Prime Video. Nos cuentan la historia de un grupo de amigos de Villa Celina, y de sus familias que un 30 de diciembre de 2004, sufrieron las consecuencias de la corrupción y la desidia del gobierno de la ciudad. Veinte años después, Cromañón es todavía, una herida abierta.

Malena, y de su grupo de amigos asisten la noche del 30 de diciembre del 2004 al boliche República de Cromañón para ver el último de los tres conciertos de la banda de rock Callejeros. A apenas 2 minutos de comenzado el recital, una bengala prendió fuego el material inflamable del que estaba cubierto el techo. Las salidas de emergencia, que atraían al público con un cartel luminoso, estaban cerradas con cadenas y candados, no permitiendo que los pibxs puedan salir, y ahí se desató la masacre. Cromañón, entre el humo y la desesperación, se volvió una trampa mortal. Las víctimas se cuentan por decenas, afuera del boliche todo es caos, las personas que lograban salir, volvían a entrar para intentar salvar a quienes quedaban adentro. Los bomberos y el SAME trataban de contener la situación que se volvía cada vez más trágica, mientras los hospitales y las morgues se llenaban de familiares desesperados. La incertidumbre y el dolor impregnaban la Ciudad de Buenos Aires. En el medio, la corrupción se cobraba la vida de muchos pibes y pibas.  El relato va y viene entre el 2004 y el 2008 mostrando las postales de la vida antes y después de la masacre. Malena es una sobreviviente, algunos de sus amigos también lo son, otros se quedaron en Cromañón. Lo podemos sentir y la serie funciona principalmente porque busca, a través de la dramatización, acercar a las nuevas generaciones un hecho que si bien sucedió hace 20 años, sigue doliendo aún hoy. Aunque por momentos la historia cae fácilmente en la estigmatización de la juventud al mostrar el consumo de drogas y alcohol despreocupado, también logra capturar la esencia de la juventud de principios de los 2000. Una juventud que venía golpeada por las políticas excluyentes del neoliberalismo, y encontraba en el rock nacional y en bandas como Callejeros que salían de los barrios, una esperanza, un lugar de unión, una bandera en la cual la música y el arte se volvían instrumento de denuncia. La serie logra reflejar muy bien el abandono y la corrupción del Estado que, consecuente al vaciamiento que trajo el menemismo, lucraba con la vida de las personas no haciendo los controles correspondientes y otorgando habilitaciones mediante sobornos en complicidad con la mafia que hay detrás de los boliches, lo que costó la vida de 194 pibes y más de 700 heridos. Ese es el número que figura en los registros oficiales, los cuales no contemplan aquellos que sobrevivieron al incendio pero murieron en el camino en accidentes de tránsito producto del estado de shock, o aquellos que provenían de otros países. Cómo bien cantan en la serie y en cada pedido de justicia: “A nuestros pibes los mató la corrupción”. 

Como contracara al horror, el pueblo siempre se hace presente con su solidaridad, su organización y su lucha. Se ve claramente en varios de los personajes y en la historia real de la masacre de Cromañón. Muchos de los sobrevivientes fueron rescatados por gente que salió y volvió a entrar, arriesgando su propia vida. Se estima que el 40% de las víctimas fallecieron rescatando a sus amigos perdidos entre el fuego, la oscuridad y el humo tóxico. Afuera del boliche, los pibes y las pibas se ayudaban entre ellos para llegar a las ambulancias o para que los bomberos puedan asistirlos. Tras el hecho surgieron las organizaciones de sobrevivientes y familiares de las víctimas, que han encontrado en la unión colectiva una herramienta de lucha, con la cual se ha avanzado en los pedidos de justicia para que ningún Cromañón vuelva a golpear a nuestro pueblo.

Algunos sobrevivientes han dicho desde el estreno de la serie, que no se sienten reflejados por ella. Entonces, más allá del relato y de que consideramos que la serie es recomendable por abrir nuevamente el debate y la memoria colectiva, no podemos dejar de lado y no denunciar la comercialización que la industria del entretenimiento genera sobre nuestras historias, nuestros dolores y nuestras penas. Amazon Prime -plataforma estadounidense de streaming- utiliza el arte desde el lado más mercantilista para la acumulación de sus riquezas (al mismo tiempo que se desfinancia la industria del cine nacional) y de estas ganancias nada queda para las organizaciones que hasta el día de hoy siguen conteniendo a familiares, sobrevivientes, amigos, y toda la comunidad afectada.

Ni las bengalas, ni el rock and roll….

Hoy en día la lucha sigue. En aquel pasaje a un costado de la estación de Once, pueden verse año tras año los murales, las zapatillas colgadas, el boulevard con flores y la música acompañando el grito de aquellos, que cada 30 diciembre marchan desde la Plaza de Mayo en memoria a los pibes de Cromañón y contra la corrupción estatal, aquella que también fue responsable de la masacre de Once.  El lugar tenía una habilitación ilegal y vencida, que se sostenía con la coima de funcionarios y comisarios. Como dicen los sobrevivientes “Argentina era un gran Cromañón”, dónde personajes cómo Rafael Levy (dueño del boliche y proxeneta) o empresarios cómo Omar Chabán, en complicidad con el jefe del Gobierno porteño de aquel entonces Aníbal Ibarra, llenaban sus bolsillos y se beneficiaban con las políticas de desregulación estatal. Miles y miles de jóvenes y familiares fueron ocupando las calles pidiendo justicia y castigo a los responsables políticos de la masacre. Este suceso evidenció la ausencia de un estado desguazado: hospitales que no contaban con insumos ni personal, bomberos que no tenían capacitación, un faltante de inspectores y un protocolo de emergencia inexistente.

En estos tiempos donde la derecha desfinancia y destruye lo público y deja en manos de privados y mercenarios la vida de los pibes y las pibas de los sectores populares, se vuelve necesario recordar Cromañón y construir una memoria colectiva que abone por la justicia de aquellos pibes, pero también por la justicia de aquellos que siguen siendo privados sistemáticamente de espacios donde construir cultura, y viven a través de la música y el rocanrol la posibilidad de ser escuchados. Hoy la lucha toma un carácter superador; abrir aquellas puertas y ventanas tapiadas, y transformar aquel lugar en un espacio para la memoria, abierto a la comunidad, para seguir diciendo “Nunca Más”.

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