Un 19 y 20 de diciembre de 2001, el pueblo salió a las calles para darle fin a la política de hambre del Gobierno de De La Rúa y los echó a todos aplastando el Estado de Sitio que ese gobierno había impuesto, forzando la declaración del no pago de la deuda externa.

En los 90 las puebladas conmovieron a la Argentina. Levantamientos de pueblos enteros, cambiaron las formas de protesta, instalando como símbolo y como táctica el corte de rutas, dando origen al “movimiento piquetero”. La primera gran pueblada de esta década fue el “santiagueñazo”, el 16 de diciembre de 1993. Santiago del Estero se conmovió por una rebelión protagonizada por trabajadores estatales que estuvieron más de tres meses sin cobrar su sueldo. A esta lucha se sumaron muchísimos sectores populares con un importante rol de estudiantes. Se dirigieron a la Casa de Gobierno, la tomaron, la incendiaron y sitiaron el poder político, haciendo lo mismo en la Legislatura y en Tribunales. La rebelión duró hasta el otro día, cuando el gobierno nacional dio a conocer la renuncia del gobernador de la provincia.
La siguiente gran pueblada fue en Neuquén, en junio de 1996. Bajo la consigna “trabajo para todos”, por la desocupación que crecía a causa de las privatizaciones, Cutral Có y Plaza Huincul protagonizaron un corte en la ruta provincial N°22. Se movilizaron miles de trabajadores ocupados y desocupados, que llevaron a cabo barricadas y cortes de ruta, «piquetes» y asambleas de democracia directa. Estas asambleas fueron la dirección del conjunto del pueblo, a través de delegados o representantes revocables electos por ellos mismos.
Casi un año después, el reguero de luchas continuaba. El 22 de abril de 1997, los trabajadores petroleros de Tartagal y Mosconi llevaron adelante su propia rebelión popular en el llamado “Tartagalazo”. En mayo de 1997 se produjo un corte en la ruta Nacional N°34, que une Argentina con Bolivia. Obligaron al poder provincial y nacional a dar respuestas. También existió, en esta oportunidad, un nivel más elevado de la organización de la autodefensa del pueblo, así como de la respuesta a los intentos de represión.
La pueblada de Libertador (Jujuy) abrió curso hacia el “jujeñazo”, comenzando el 19 de mayo de 1997 (cinco días después de terminada la pueblada de Tartagal y Mosconi) durante 12 días. Luego de una brutal represión a un corte en la ciudad de Ledesma, se convocaron miles de personas indignadas en la ruta que fueron reprimidas durante tres días, situación que provocó el levantamiento de toda la provincia. Se derrotó a la gendarmería, con decenas de miles que se sumaron a la rebelión. En solidaridad salieron a cortar calles, puentes y rutas en las principales ciudades de Jujuy. Se cortaron las tres rutas cardinales y se contabilizaron 17 piquetes. El gobierno provincial y nacional tuvieron que responder al conjunto de petitorios de toda la provincia.
El Argentinazo
Años después, en el 2001, las luchas no se apagaban porque no se revolvían los problemas de la gente. Los desocupados encendieron la chispa del Argentinazo. Fue la movilización de la Asamblea Piquetera, encabezada por la CCC junto a diversos sectores combativos que, cortando rutas, calles, vías férreas y ocupando edificios públicos en todo el país, garantizó el carácter de paro activo de la protesta. Los obreros de la alimentación de la fábrica Terrabusi, junto a los desocupados y jubilados de la CCC y otras organizaciones garantizaron un corte en la Panamericana.
La jornada nacional de lucha del jueves 12 de diciembre de 2001 y el paro activo del viernes 13, sacudieron la política nacional con la confluencia de los 3 afluentes del movimiento obrero: ocupados, desocupados y jubilados, y con una amplísima masa de trabajadores autónomos, pequeños y medianos comerciantes y productores de la ciudad y del campo, golpeados por el “corralito” que se quedó con los ahorros de la gente.
Se produjeron saqueos a supermercados en varias provincias. Montándose en el auge de luchas, el hambre y la desesperación de los sectores populares, varios gobiernos provinciales primero alentaron los saqueos y posteriormente desataron una represión sangrienta que comenzó a cobrarse las primeras víctimas. En esa situación, con el acuerdo de Menem, Duhalde y Ruckauf (Gobernador de la PBA), el 19 de diciembre De la Rúa decretó el Estado de Sitio.
La respuesta popular fue inmediata. Grandes masas populares de la Capital Federal salieron a las calles, se juntaban en los barrios golpeando cacerolas, bajo la consigna: ¡Qué se vayan todos, que no quede ni uno solo!
El gobierno dió la orden de desalojar Plaza de Mayo. Numerosos contingentes, (de los que fuimos parte como PCR y JCR) fueron heridos y detenidos. Los combates se prolongaron durante toda la jornada del 20, haciendo fracasar el operativo represivo. El resultado fue la renuncia de De la Rúa, que se escapó en helicóptero de la Casa Rosada.
Más vigente que nunca
El Argentinazo fue una tormenta que arrasó con el gobierno de De la Rúa y la Alianza, sobrepasó la conspiración de Duhalde-Alfonsín, pero no pudo imponer un gobierno popular. Para los y las comunistas nos trazó un camino: dejó en el aire el Estado de Sitio, barrió a cinco presidentes, empujó el no pago de la deuda externa por dos años, paró el “corralito”, obligó a conceder más de dos millones de planes sociales, estableció numerosas empresas recuperadas, salvó del remate a miles de pequeños productores nacionales agrarios y urbanos, entre otras conquistas. Desató una profunda crisis de hegemonía de las clases dominantes y abrió una situación revolucionaria objetiva. Los diez días de combate y las jornadas heroicas del 19 y 20, nos dejaron importantes enseñanzas. Las nuevas generaciones debemos aprender de esta gran pueblada nacional para fortalecer la lucha por derrotar la política entreguista y hambreadora de Milei, y poner en discusión las tareas inconclusas que dejó el Argentinazo, fortaleciendo al partido de vanguardia de la clase obrera y el pueblo, en la pelea por dar vuelta el viento.


